La primera vez que fotografié un animal en estado salvaje,
lo capté con mi buen amigo Juanjo y fue con una cámara compacta de las que
regalaban como publicidad de los huevos kinder. Todavía recuerdo ese petirrojo
que se nos posó sobre un cazo en la puerta de algo parecido a una tienda de
campaña y que a nosotros nos funcionó como el mejor de los hides.
Primero fueron los negativos, empezamos a cambiar el color
por el blanco y negro que revelábamos en un improvisado cuarto oscuro, después las diapositivas con el fin de captar
el mayor detalle de la naturaleza y ahora el digital con la inclusión cada vez
mas patente del video en las réflex dslr. Siempre aprendiendo algo en cada
disparo y siempre enamorado del mundo que nos rodea, desde aquel mágico momento
en que un confiado petirrojo se nos posó delante la cámara.